Poco a poco voy notando como toda esa ira
que antes no me dejaba en paz ahora es mucho más densa, mucho menor Cargada.
Creía Que era un veneno insaciable
Que Nunca iba a desprenderse de mi cabeza, como un parásito inmortal que se
alimentaba de mi autoestima y mi Capacidad de disfrute.
Pero no, ningún ser con vida me retiene.
Excepto yo. Soy veneno. Estoy enferma de venganza,
de condena.
No paro de recordarme cosas. De pensar “Deberías
hacer eso” “No te merecías pasar tal cosa” sin darme cuenta que por mucho que
esté obsesionada con el tiempo y con resolver la mierda que me oprime. No estoy
luchando con ello, sólo la estoy revolviendo una y otra vez.
¿Qué pasa? ¿Quién diablos soy? Tanto que pido a
gritos que me conozcan y no me juzguen y ni siquiera lo sé yo. ¿O si? O si lo
sé y no me dejo ver. Estoy hecha un lío y me da miedo empezar. A veces me odio,
me odio de forma rotunda acordándome de todo. Otras en cambio me asombro de mí
misma de todo lo que he sido capaz de pasar. Parezco una zombi, una
superviviente. Pero una superviviente que se va quemando por dentro a la vez.
Y ya estoy como podrida. Pero podrida sintiéndolo
como una pegatina muy minúscula en mi cerebro que puedo despegar de toda mi
cabeza reactiva a absorber y proyectar energía positiva, o no positiva pero por
lo menos sana, aunque sea subjetiva y surrealista. Siempre le he dado vueltas a
esto y lo he tenido muy claro pero nunca he sentido como eso se desvanecía,
solo he tenido grandes momentos en los que lo he evadido completamente de mí.
Ahora es distinto. Como dije al principio esa ira
ha disminuido.
Varias personas ya me dijeron que la ira no era
mala, que se podía proyectar de otra forma consiguiendo otra cosa.
Lo cierto es que también se me venía muchas veces a
la cabeza qué podía llegar a ser si no parara de trabajar pero aún no tengo los
resultados que quería. Puede que haya hecho menos de lo que podía y aún me dejara
llevar por… no sé por qué la verdad. Seguía perdida. Sabía que quería llegar a
lo más alto pero no tenía ni idea de cómo lo iba a hacer. ¿Y si me he llevado
más de cinco y seis años sin salir de mi zona de confort y aún no lo he
asumido? Prefiero no pensarlo.
El caso es que he notado como después de estar una
tarde consiguiendo efectos de cielo y agua morados cambiando un balance de
blanco, jugando con el exposímetro hacia a el lado negativo… después de tener
ganas de coger una tempera y que los trazos me fluyan por donde sea… ya no hay
tanta ira en mí. Es como si fuera mi vehículo para todo. Lo mismo me pasa con la
guitarra. El día que la vuelva a coger en serio y sepa darle forma bien dada a
cada canción que empecé desde los doce años no será porque nadie me lo diga o
por obligación de nada, sino porque decido volver a perseguir luciérnagas ahora
que recupero la tranquilidad, tengo mi sitio y vuelvo a renacer. Me siento
bien, pero no del todo. A medida que eso se convierta en un hábito, mi ira y mi
veneno irán desapareciendo hasta convertirme en alguien que estoy ansiosa por
ver. Pero poco a poco, trabajando y con paciencia. Si no estaríamos en las
mismas: remoloneando sin salir de nuestra zona de confort.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué te ha parecido? Si te callas, tu opinión no consta.